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«Construir una sociedad que valore, respete, incluya, promueva y asista a las personas mayores».
En Venezuela cada 29 de mayo se celebra el Día del Adulto Mayor, fecha conmemorativa dedicada a los abuelos de cada familia. Ese día sirve de cita para recordar a estos seres que en su mayoría llenan de cariño, sabiduría y amor, la vida de cada quien, compartiendo sus anécdotas y experiencias. La celebración a nivel internacional es promovida por las Naciones Unidas, que por resolución, la mayoría de los países celebran esa jornada los 1° de Octubre de cada año, y que recuerda a las personas mayores en general: el Día Internacional de las Personas de Edad. Por esto y más felicitaciones a los abuelos y abuelas que día a día llenan de conocimientos a los que los rodean, no solo ese día, sino todos los días del año.
Las personas mayores desempeñan un papel cada vez más importante y constituye una nueva fuerza para el desarrollo, a través del trabajo voluntario, transmitiendo su experiencia y conocimientos, cuidando a sus familias y con una creciente participación en la fuerza laboral remunerada. Hoy en día, las personas mayores contribuyen enormemente a la sociedad. En toda África, por ejemplo, y en el resto del mundo, millones de adultos enfermos de SIDA son cuidados en sus hogares por sus padres. Al fallecer los pacientes, sus hijos huérfanos son en su mayoría cuidados por los abuelos. En España, el cuidado de personas dependientes y enfermas (de todas las edades) es en su mayoría llevado a cabo por personas mayores (especialmente mujeres mayores).
Tales contribuciones al desarrollo sólo pueden ser aseguradas si las personas mayores disfrutan de adecuados niveles de salud para los cuales políticas apropiadas deben ser adoptadas. En línea con el Plan de Acción Internacional de Madrid, La Organización Mundial de la Salud lanzó en 2002 un documento «Envejecimiento Activo – Un Marco de Políticas», describiendo sus criterios y perspectivas para un envejecimiento saludable a lo largo de toda la vida.
En Venezuela, los avances gubernamental para tener especial atención a las personas adultas, data desde 1949, cuando fue creado el Patronato Nacional de Ancianos e Inválidos (Panai), adscrito al Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, cuya misión se refiere a la atención de los ancianos y a los minusválidos (ahora personas con discapacidad). Posteriormente se transformó en el Instituto Nacional de Geriatría y Gerontología (Inager).
El Inager es sustituido por el Instituto Nacional de Servicios Sociales (Inass), regido por la Ley de Servicios Sociales que en su contenido amplia la cobertura de la previsión social a amplios sectores de la sociedad que se encuentran en «estado de necesidad», a todos los grupos vulnerables de la sociedad: adultos mayores, personas con discapacidad, indígenas, niños en estado de abandono. El Inass administra los geriátricos, entre ellos, el Joaquín Quintero Quintero, ubicado en la parroquia Caricuao de Caracas, en el cual se alojan más de 350 personas adultas mayores y tiene la obligación de supervisar los centros privados.
La política y estructura del organismo rector de previsión social no permite aplicar el contenido universal y solidario de la norma constitucional y la ley que lo rige. Esa es una materia pendiente de la política social.
El artículo 80 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela faculta al Estado de garantizar a las personas mayores el pleno ejercicio de sus derechos, la atención integral y los beneficios de la seguridad social que eleven y aseguren su calidad de vida. Las pensiones y jubilaciones otorgadas mediante el sistema de seguridad social no podrán ser menores al salario mínimo urbano, de igual manera, en el art. 83 se establece que la salud es un derecho social fundamental y que el Estado está en la obligación de garantizarla como parte del derecho a la vida. Y en el art. 86 establece que toda persona tiene derecho a la seguridad social como servicio público de carácter no lucrativo, que garantice la salud y asegure la protección en contingencias de maternidad, paternidad, enfermedad, invalidez, enfermedades catastróficas, discapacidad, necesidades especiales, riesgos laborales, pérdida de empleo, desempleo, vejez, viudedad, orfandad, vivienda. El Estado tiene la obligación de asegurar la efectividad de este derecho, creando un sistema de seguridad social universal, integral, de financiamiento solidario, unitario, eficiente y participativo, de contribuciones directas o indirectas.
Algunos pueblos, cediendo a una mentalidad que pone en primer término la utilidad inmediata y la productividad, han llegado a concebir la senectud de manera negativa, hasta relegar y olvidar a los adultos mayores. Cuántos abuelitos y abuelitas sufren, además del progresivo deterioro de sus capacidades físicas, motrices y mentales, la soledad, el desprecio y el abandono. Cuántos padecen pobreza, indigencia, explotación, discriminación, maltrato, diversas formas de violencia, carencia de servicios de salud y de oportunidades para seguirse desarrollando física, afectiva, intelectual, espiritual, social y laborablemente. Es preciso recodar la enseñanza divina: ‘Ponte en pie ante las canas y honra el rostro del anciano’. Incluso, la fragilidad humana, que se hace más visible en la ancianidad, nos demuestra que todos nos necesitamos y nos enriquecemos mutuamente. Los adultos mayores necesitan de los más jóvenes y los más jóvenes necesitan de los adultos mayores, quienes comunican a la familia ‘ese patrimonio de humanidad y de fe que es esencial para toda sociedad’.
Los adultos mayores ofrecen un aporte invaluable a la familia y a la sociedad. Procuremos construir una sociedad que valore, respete, incluya, promueva y asista a las personas mayores. Reconozcamos, agradezcamos y apoyemos aquellas loables iniciativas que les brindan cuidado y la mejor calidad de vida a esos seres de luz que iluminan nuestros caminos.