Grecia: desconfianza y crisis financiera

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La crisis económica ha golpeado fuertemente a Grecia. Desde 2008 la mayoría de las importaciones del país helénico se han resentido, si bien tras una fuerte caída en 2009 la situación se ha estabilizado y posteriormente, el decrecimiento ha sido mucho más suave.

Grecia no termina de salir aún a flote y la posibilidad de que entre en una moratoria de pagos cobra fuerza, lo que hace temer por un efecto dominó en todo el sistema bancario de Europa. Cuando se gasta más de lo que se produce, también se afecta la confianza. Europa hizo un esfuerzo inmenso para que Grecia cumpliera sus compromisos y atendiera a sus acreedores a cambio de reformas institucionales y contribuciones directas de sus ciudadanos que implican nada menos, una merma significativa de las políticas de bienestar social y un cambio radical en las erogaciones de los entes públicos.Grecia ha recibido ciertos auxilios financieros del Fondo Monetario Internacional (FMI) para poder paliar su crisis, aunque las ha recibido con retardo. Se espera que reciba el sexto tramo de ayuda, siempre y cuando Grecia cumpla con todos los compromisos y medidas de austeridad que ha asumido. Dicho país está dispuesto a intensificar sus esfuerzos y a poner en práctica nuevas y dolorosas medidas para cumplir plenamente con los objetivos y, según su ministro de Finanzas, descartó escenarios de un posible incumplimiento de pagos en cualquiera de sus formas a través de un amplio recorte de su presupuesto estatal. Lo cierto es que ya hace tiempo el Parlamento Griego tuvo que aprobar una Ley que permite aplicar de forma inmediata un plan de ajuste, que implica aumento de impuestos, límite de gastos y privatizaciones, a fin de garantizar que el país helénico siga recibiendo ayuda externa y así evitar la quiebra.Estas medidas han hecho que el país entre en una turbulencia social, donde se han incrementado las manifestaciones, enfrentamiento de los ciudadanos contra las autoridades, protestas ante las oficinas gubernamentales, etc. Es preocupante esta situación, pero para no ir a la bancarrota el costo social es inmenso a corto plazo. Todos los recortes y demás ajustes suponen un enorme esfuerzo para crear un ahorro, de tal manera poder aspirar para los próximos cinco años un apoyo millonario de la Unión Europea, el FMI, y otros países que estarían dispuestos ayudar.

Todo esto ocurre porque el gobierno de turno, una vez adoptado el euro como moneda en Grecia, recurrió a medidas poco sensatas como solicitar grandes préstamos, aumentar el gasto público y prácticamente duplicar el salario de los funcionarios del Estado en la última década. Mientras el dinero salía a un mayor ritmo del tesoro, el ingreso por la cobranza de impuestos se vio afectado por la evasión tributaria y los niveles de crecimiento económicos eran insuficientes. Cuando la economía griega sintió el golpe de todas estas medidas, se vio obligada a solicitar un préstamo de salvamento de alrededor 110 mil millones de euros para superar la crisis en mayo del 2010.

Adicionalmente, y para poder ser admitidos en la moneda europea, los sucesivos gobiernos griegos suministraron datos distorsionados de sus cuentas públicas, ocultando parcialmente el importante déficit presupuestario a la Oficina Europea de Estadísticas. Esto abre la puerta a un procedimiento de infracción que podría imponer a Grecia multas millonarias por no hacer lo suficiente para controlar sus cuentas públicas.

Como Grecia cuenta con tantas deudas que lo convierten en una nación que tendría que pagar demasiado dinero por cada préstamo, este país se vio obligado a pedir un rescate financiero a la Unión Europea y al FMI. La intención era amortiguar la crisis griega hasta que la economía se estabilice y el país se convierta otra vez en un sujeto de préstamo viable, pero esto no ha sucedido e incluso ha sido calificado como uno de los menos cualificados para acceder a créditos financieros en los mercados internacionales.

Lo cierto es que Grecia dependerá, según estimaciones, de ingentes ayudas financieras por unos diez años. No podrá volver en 2012 a los mercados de capitales como se había previsto en el 2010. Se estima una década para recuperar buena parte de la competitividad de ese país, y al mismo tiempo es imperioso rescatar a Grecia en aras de la estabilidad de la Eurozona.

Es importante que Grecia siga formando parte de la zona del euro pero sobre todo se ajuste a los compromisos monetarios y fiscales que requiere la eurozona. Una salida conllevaría consecuencias considerables para Grecia, pero también mucho más allá. En este sentido no se deben subestimar los peligros que encierra la situación para el sector bancario de Europa.

La confianza es el activo intangible más importante, pero también el más escaso en los tiempos que corren. Sin embargo, se maneja también la posibilidad de que Grecia estaría preparándose para salir del euro, reintroducir una moneda nacional y preparar una masiva reestructuración de deuda. Su escenario sería lamentable: una devaluación del 50% de la nueva moneda, más una subida del 200% del déficit y un alto riesgo de impago de su deuda. A pesar de esta última posibilidad, varios gobiernos europeos, entre ellos el griego, ha desmentido tal situación.

Por los momentos se delibera sobre ampliar el Fondo Europeo de Estabilización Financiera (FEEF), donde 10 de los 17 países, están de acuerdo y Alemania decidiría en los próximos días en acordar o no a su ampliación. En caso afirmativo, duplicaría su aporte a dicho fondo. Esta reforma es fundamental para evitar una mayor crisis en caso de que naciones, no solamente Grecia, sino también Portugal, Irlanda, España e Italia enfrenten más problemas con sus finanzas. Si los 17 países del euro la aprueban, el FEEF ampliará a 440.000 millones de euros sus fondos para dar créditos a países en crisis. Para eso tendrá que sumar garantías estatales por 780.000 millones de euros.