Curva de Phillips: desindustrialización y ralentización

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La curva de Phillips original recoge la existencia de una relación inversa entre la tasa de crecimiento de los salarios nominales y la tasa de desempleo.

De acuerdo con las hipótesis fundamentales establecidas por A. W. Phillips, se afirma que la tasa de crecimiento de los salarios nominales depende de la tasa de desempleo de una forma decreciente y convexa respeto al origen, y la tasa de crecimiento de los salarios nominales depende de la tasa de variación de la tasa de desempleo.

A corto plazo, al admitir la relación entre los salarios nominales y los precios, se redefine la curva de Phillips por una relación entre el desempleo y la inflación. Para la política económica, la curva de Phillips representa el intercambio entre objetivos (la lucha contra la inflación o contra el desempleo), planteándose un dilema difícil de resolver.

En definitiva, al combatir la inflación enfriando la economía, el desempleo aumenta, mientras si se quiere luchar contra el desempleo relanzando la economía, habrá que aceptar un crecimiento de la inflación.

A largo plazo, la curva de Phillips tradicional pierde validez, ya que los salario nominales terminan por recoger todo el aumento de precios, por lo que la caída inicial de los salarios reales desaparece y las empresas prescinden de los trabajadores que inicialmente habían contratado; por lo tanto, no se da la relación inversa entre inflación y desempleo.
Sin embargo, la curva de Phillips se representaría en forma de una línea vertical a un nivel de desempleo denominado tasa de desempleo natural. De esa manera, la curva a largo plazo recoge la relación entre la tasa de desempleo de equilibrio a largo plazo y la tasa de inflación cuando ésta no es imprevista.

En ocasiones, la tasa de desempleo crece simultáneamente con la inflación, originando estanflación o inflación con estancamiento lo que causa una inestabilidad de la curva de Phillips.

Esta inestabilidad se puede justificar de acuerdo con las predicciones del modelo neoclásico de expectativas, el cual indica lo siguiente: cuando existe inflación imprevista, a corto plazo aumenta el producto real y el empleo, pues, aunque se incrementen los salarios nominales, los reales se reducen. A largo plazo, teniendo en cuenta la ilusión monetaria, no existe intercambio entre inflación y desempleo.

En cuanto a la hipótesis de la tasa de desempleo natural, si una política expansiva sólo consigue reducir la tasa de desempleo temporalmente, la única forma de mantener la tasa de desempleo por debajo de la tasa natural sería incrementando la tasa de inflación. A largo plazo, solo es relevante la tasa de desempleo natural no aceleradora de la inflación.

Al recurrir a las expectativas inflacionistas es incoherente con la racionalidad de los agentes económicos, por lo que las políticas sistemáticas de demanda no pueden afectar a ninguna variable real, incluida la tasa de desempleo.

En una economía productiva donde existen variables económicas coordinadas puede darse claramente este análisis, donde la tasa de inflación y la tasa de desempleo tienen relaciones conjuntas.

Sin embargo, existen varios factores económicos adicionales que hacen que ambas variables se comporten atípicamente y, en tal caso, ocurre la estanflación donde ambos factores, tasa de inflación y desempleo aumenten. En nuestro caso hay que considerar una serie de elementos adicionales para verificar lo que está pasando la economía venezolana.

Uno de los problemas que hemos experimentado durante casi dos décadas es el proceso de desinversión en el sector manufacturero, donde se han hecho múltiples estudios correlativos como: indicadores riesgo país, inflación, tipo de cambio, tasa de interés, PIB, inversión nacional y extranjera en el sector, legislaciones existentes en materia de inversión, tratados y políticas comerciales y análisis de los factores influyentes en el proceso de desinversión, como lo son los costos de inversión, barrera administrativas, etc.

Todo esto, producto de la conjugación de desequilibrios macro y microeconómicos, políticos, sociales, judiciales y legislativos característicos de la economía rentista venezolana que ha menospreciado el sector secundario, especialmente el privado.

Son múltiples los motivos de la desindustrialización: 1 las políticas de promoción comercial no están acordes con la realidad industrial; 2 los acuerdos oficiales que propician la competencia desleal, creando desventajas al sector manufacturero; 3 leyes y tratados que presentan ambigüedades y en muchos casos son contradictorios entre sí ; 4 inseguridad jurídica, en especial sobre derecho de propiedad privada: recordemos que más de 1.500 empresas han sido expropiadas; 5 trámites administrativos que frenan y retardan el proceso de inversión: exceso de documentación, diversidad de organismos involucrados en los procesos; 6 indicadores macro y microeconómicos inestables, volátiles e impredecibles, que repercuten en la decisión de invertir; 7 disminución significativa del parque industrial manufacturero venezolano, afectando la conformación de circuitos empresariales complementarios necesarios para producir.

Es necesario reimpulsar la actividad manufacturera, cuyo fortalecimiento debe revertir los últimos 20 años de desinversión, que ha llevado al sector secundario a más de 60% de su capacidad a estado ocioso y a la caducidad de su plantel fabril. Adicionalmente, requiere que se libere el mercado cambiario despenalizándolo, ya que la industria venezolana no tiene capacidad para dinamizarse sin el debido relacionamiento internacional y este se hace con divisas.

Venezuela requiere la reactivación de la inversión para poner en marcha el aparato productivo, generar empleo y mayor valor agregado nacional, crear políticas tendentes a activar las industrias, atraer inversiones y tecnologías privadas extranjeras y crear un clima de confianza, estabilidad y competitividad.