LIBIA: Una Economía Totalitaria
El Agua: Apuntes y Consideraciones
Al 2010 Bahréin tenía una población de 810 mil habitantes, de las cuales, el 62% son nacidos en el país y el restante 38% son inmigrantes, en su mayoría africanos y asiáticos. Muchos bahreníes son de origen árabe, aunque algunas tribus son de origen persa. El país comprende un archipiélago de treinta y tres islas y cuya superficie es apenas de 620 km2. Este país pudo disfrutar de un gran crecimiento comercial y económico gracias a la construcción del Canal de Suez, inaugurado en 1869. Pero en aquella época su precaria economía carecía de suficientes monedas de oro y plata en circulación que pudieran afrontar el gran número de transacciones mercantiles que se realizaban diariamente durante la construcción del canal. Para superar dicha carencia en el año 1867 se permitió definitivamente la circulación de monedas extranjeras por todo el territorio.
Su economía se basa fundamentalmente en el petróleo. En 1932 comenzó a explotarse el primer pozo de petróleo de la región, que aunque es de tamaño modesto, la producción de crudo ha permitido la modernización del estado. Existen importantes reservas de gas natural (180.000 millones de m³) y otro tipo de actividades industriales: refinería de petróleo que procesa petróleo de Sudán; fundición de aluminio (120.000 t/año) que importa el mineral de bauxita de ultramar, y fábricas de cemento.
El sector servicio cada vez tiene una mayor repercusión en la economía del archipiélago, debido al papel de plaza financiera internacional de gran actividad que es Bahréin. Es sede de numerosos bancos, dispone de zona franca y ha desarrollado una importante infraestructura portuaria y de comunicaciones por carretera.
Bahréin mezcla una infraestructura de una modernidad extrema con una identidad definitivamente persa, sólo que a diferencia de otras naciones de la zona, su riqueza no es sólo un reflejo de la magnitud de su riqueza petrolífera, sino que está unida también al intercambio económico con Arabia Saudita y la creación de una población autóctona de clase media. Este hecho único se traduce en que Bahréin tiende a ser más liberal que sus vecinos.
Es el país más prolífico en cuanto a la publicación de libros dentro del mundo árabe, con 132 títulos publicados en 2005 para una población de 700.000 habitantes. En comparación, la media del total de la comunidad árabe es de siete libros publicados por cada millón de habitantes en 2005, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, por lo que, por habitante, en Bahréin se publican 27 veces más títulos por habitante que en el mundo árabe en general.
REVUELTAS POPULARES E IMPACTO ECONÓMICO
La dinastía reinante desde hace dos siglos es sunita (30% de la población). Esto da pie a una fuerte discriminación, ya que los chiitas (70% de la población) constituyen el 80% de la fuerza de trabajo, pero ninguno de ellos labora en la administración pública. Más de dos tercios de los mil agentes del aparato de seguridad nacional son de origen jordano, egipcio, paquistaní y el resto, sobre todo sunitas. En los últimos 40 años la autocracia es ejercida por su Rey y gran parte de su familia.
El 14 de febrero se iniciaron las manifestaciones contra un régimen que practica la marginalización, el sectarismo y la represión indiscriminada. La manifestación se inició pacíficamente, pero luego se tornó violenta dando como resultado numerosas personas fallecidas y heridas, aumentando aun más las protestas.
La situación en Bahrein es preocupante, las grandes potencias a ha instado al rey y a otros miembros de la familia real a no reprimir y negociar con la oposición algunas reformas políticas. Se teme que el peso numérico de los tan excluidos chiítas dé cobijo a aventuras de al Qaida. Debe considerarse que la mejor vacuna contra el terrorismo no es la intervención militar, sino la democratización de estos países.
Las revueltas sociales ya han provocado la caída de los regímenes autocráticos de Túnez y Egipto, donde la transición hacia gobiernos más democráticos será compleja y puede conllevar oleadas de inmigración, sobre todo, hacia Europa. Las tensiones se han extendido también a Bahrein, y a otros países del Oriente Medio. Cada país, la crisis tiene sus propias particularidades y debe estudiarse cada caso y las consecuencias son muy inciertas.
La transición de regímenes autoritarios a sistemas más democráticos, o bien, la resistencia de éstos primeros a los cambios, abren nuevos frentes de riesgo en una región donde el factor geopolítico ya ejercía una importante penalización sobre la calidad crediticia.
Su efecto sobre los precios de las materias primas energéticas supone un shock de oferta para una economía global aún vulnerable. Las tensiones inflacionistas están acentuándose debido, principalmente, al ascenso persistente del precio de las materias primas, que se apoya en múltiples factores: crecimiento global dinámico, elevada liquidez global, restricciones de oferta y, aumento del riesgo geopolítico. Al menos, a corto plazo, todos ellos seguirán presionando al alza sobre la inflación.
Este riesgo supone una amenaza creciente para el ciclo global. Los principales efectos negativos son una merma del poder de compra de las familias y, en el caso de los países emergentes donde el peso de los productos básicos es más elevado, un factor adicional de inestabilidad social.
Tan importante como los efectos en los precios, pueden ser las implicaciones sobre los mercados financieros. Los canales de transmisión sobre los mercados financieros pueden ser los siguientes: 1) Aumento de las previsiones de inflación a medio plazo; 2) Mayores temores a que los bancos centrales adelanten los movimientos de subidas en los tipos de intervención; 3) Posible deterioro en las perspectivas de crecimiento; y 4) Incremento de la aversión al riesgo.